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Somos realmente quienes creemos ser

Las personas partimos de diferentes ideas acerca de cómo somos y de lo que nos pasa, muchas veces nos resulta difícil entender las emociones que nos movilizan y quizás, por ello, quedamos a sus expensas sin saber muy bien cómo manejarnos.

A lo largo de nuestra vida y de la interacción con el mundo que nos rodea y con los demás vamos desarrollando una forma de ser, adoptamos creencias que nos facilitan o nos entorpecen esa relación.

El cerebro humano viene preparado para relacionarse con los demás, para tratar de comprender sus actos y las motivaciones que los impulsan. Y también para compartir sus emociones.

Sin embargo, de diversas maneras nos vamos cubriendo con capas que nos impiden ver, tanto a nosotros mismos como a los demás.

En la última década, los avances de la neurociencia despertaron el interés tanto de profesionales como de personas comunes, sus hallazgos trascendieron el ámbito de los laboratorios para contarnos como somos y porque una llave de nuestro crecimiento y bienestar depende de conocer nuestro cerebro para poder entenderlo y entrenarlo para vivir más y mejor.

El cerebro es el organizador central, es el principal decodificador de los diferentes estímulos externos, captados por los sistemas sensoriales, internos, captados por el sistema inmune, los metabólicos, captados por el sistema endócrino y los cognitivos.

En la actualidad, los avances de algunos métodos de estudio, como las técnicas de neuroimagen funcional y el procesamiento computarizado de las señales electroencefalográficas, nos permite estudiar los correlatos neurobiológicos de los pensamientos y de las emociones con una exactitud que nunca imaginamos. A través de estas técnicas aprendemos acerca de las interacciones mente-cerebro.

Desde una perspectiva interdisciplinaria, la psicoinmunoneuroendocrinología estudia e investiga los mecanismos de interacción y comunicación entre el cerebro (mente/conducta) y los sistemas responsables del mantenimiento homeostático del organismo.

Hoy sabemos que existe una comunicación estructural, funcional y constante entre los sistemas: nervioso, endócrino, inmune y el psiquismo

Cada vez podemos interpretar más claramente, a través de los conocimientos neurobiológicos muchos de los fenómenos psicológicos observados en la clínica.

Con el tiempo, también la psicología ha ido alejándose gradualmente de sus orígenes en la filosofía y acercándose cada vez más a las ciencias del cerebro.

Esta nueva forma de vernos, modifica tanto al terapeuta como al paciente, que puede ser parte activa, a través de la información y la psi coeducación, en la comprensión de sus diferentes problemáticas.

También podemos mantener un diálogo entre disciplinas que antes funcionaban de manera aislada y enriquecer la visión de quienes somos realmente.

No existen dudas de que las emociones han jugado y juegan un papel fundamental en la supervivencia y adaptación de los seres humanos.

El Dr. Richard Davidson (profesor de psicología y psiquiatría en la Universidad de Wisconsin – Madison, fundador y presidente del Centro para la Investigación de las Mentes Saludables del Centro Waisman) ha dedicado su vida a la investigación del fundamento neurológico de la emoción utilizando métodos científicos de vanguardia.

Las conductas humanas están atravesadas por las emociones y éstas se asientan en la conjunción de varias zonas cerebrales.

Los circuitos neurales de las emociones incluyen regiones en las que participa la amígdala, el hipocampo, la corteza pre-frontal, el núcleo Accumbens, muy importante en el circuito del placer y la recompensa, conexiones con el hipotálamo y el tronco cerebral.  Estos circuitos se encargan de evaluar el valor del estímulo y activan la respuesta apropiada.

Este flujo incluye la activación del alerta y de la atención del sistema nervioso autónomo y de los sistemas neuroendócrino e inmune.

Los trabajos de Antonio Damasio (importante neurólogo portugués) ya expresan que las emociones y la regulación biológica desempeñan un papel fundamental en la razón humana.

Son ellas las que  nos mueven a actuar y nos llevan a interpretar el mundo.

Es decir que las decisiones alrededor de las que se organiza nuestra vida tienen base emocional,  incluso las más importantes.

No cabe la menor duda de que los distintos estados de equilibrio y desequilibrio corporal, o dicho de otro modo, la buena y la mala salud influyen en nuestro estado mental y viceversa.

Esta forma de entendernos genera un gran cambio de perspectiva, nos lleva a preguntarnos: si logramos aprender y tener un mayor conocimiento y dominio de nuestras emociones, ¿actuaremos y viviremos mejor?

Todos queremos tener una mente sana, libre, segura, creativa y con capacidad de resiliencia, pero con frecuencia se nos aparece sin control. Mentes iracundas, agitadas, ansiosas, inmaduras, pesimistas, atemorizadas, fluctuantes y depresivas.

¿Y, cómo podemos influir y modificar la mente humana y, de esta forma, nuestro cerebro?

Desde la segunda mitad del siglo XX, occidente se ve influido por las prácticas meditativas orientales. La comunicación global acerca y permite que ambas culturas se influyan mutuamente.

Esto permitió que la ciencia occidental se interesara por dichas prácticas

Richard Davidson y colaboradores estudiaron la actividad cerebral durante la práctica de MF y descubrieron que hay un mayor incremento de la activación cerebral izquierda, en las zonas anteriores y medias del cerebro, lo que se asocia a la presencia de una disposición afectiva positiva.

Este descubrimiento se asocia, además, a una reactividad aumentada a los estímulos emocionales positivos, o sea desarrolla mayor habilidad para afrontar y suprimir los estados de ánimo negativos.

Posteriores estudios mostraron que el aumento de actividad cerebral del lado izquierdo aumenta la función inmunitaria. Todavía no está claro el mecanismo que relaciona la asimetría cerebral con el comportamiento inmunitario, pero la relación existe y es una prueba más de la existencia de mecanismos psicoinmunitarios.

La conclusión de que el nivel de desviación hacia el hemisferio izquierdo se correlaciona con el nivel de función inmunológica positiva, nos ponen al comienzo de la posibilidad de influir en el sistema inmunitario a través de la meditación.

Mientras la mente está profundamente enfocada, el circuito clave del córtex prefrontal entra en sintonía y cuanto mayor sea la concentración, mayor será la sincronización neural. Si por el contrario tenemos una mezcla de ideas, la sincronía desaparece.

Es nuestra capacidad de atención la que determina nuestro desempeño porque comprende innumerables operaciones mentales, como: el razonamiento, la memoria, el aprendizaje, la percepción de nuestros sentimientos y emociones, de sus motivos y la comprensión de las emociones de los demás para establecer relaciones.

Sin embargo, pese a su enorme importancia, en nuestra manera de afrontar la vida, la atención, en todas sus modalidades, es un bien poco conocido y poco valorado. Cuanto más perturbada se encuentra nuestra atención, tanto más ineficaz es  nuestra capacidad de respuesta.

Es decir, las personas más enfocadas son menos propensas a la turbulencia emocional, más capaces de permanecer serenas ante una crisis y de seguir a flote a pesar de las oleadas emocionales que los agitan.

A esta altura ya podemos darnos cuenta del incuestionable valor terapéutico de su práctica.

En la actualidad existen varias técnicas terapéuticas en las que el Mindfulness juega un papel destacado, las más conocidas son: la reducción del estrés basada en el MF, Kabat-Zinn, la terapia conductual dialéctica DBT de Linehan, etc.

Los profesionales de la salud sabemos que el vínculo terapéutico es una forma de relación humana por lo que debemos estar atento al cúmulo de emociones que lo atraviesan. Esa es una de las razones por las que necesitamos herramientas que nos permitan dirigirla. ¿Por qué nuestra presencia y no solo las intervenciones que ofrecemos o el marco desde el que trabajamos es el mejor indicador de la respuesta de los pacientes?

Y, en todo caso ¿qué entendemos por “presencia” y cómo se puede cultivar? Daniel J. Siegel en su libro “Mindfulness y Psicoterapia” dice en uno de sus párrafos: “el resultado fisiológico de la presencia y la sintonía es la alineación de dos seres autónomos en un todo interdependiente y funcional, donde cada persona influye en el estado interior de la otra”.

Cuando las personas cultivamos deliberadamente la integración neural, a través de la práctica de la meditación de atención plena o Mindfulness, nuestros estados pasan de los estados no integrados de rigidez o caos al flujo más flexible y armonioso de un sistema integrado.

Enfocar la conciencia de este modo, fomenta la neuroplasticidad.

Esta técnica se utiliza para ejercer algún control sobre los estados mentales y emocionales y generar un efecto benéfico sobre las funciones corporales: frecuencia cardíaca, tipo y forma de respiración, presión arterial, metabolismo, sueño, digestión, la sexualidad y la postura.

La primera consecuencia positiva de la práctica es que las personas pueden sentirse parte activa del desarrollo de su salud. Tradicionalmente la salud de los individuos era responsabilidad del médico, la atención se centraba en la obediencia. Hoy aprendimos que solo quienes puedan adoptar un papel responsable en su rehabilitación podrán obtener los cambios cognitivos – conductuales que los favorezcan.

Los cambios neuroplásticos no solo revelan alteraciones estructurales, sino que se ven acompañados de cambios en el funcionamiento cerebral, en la experiencia mental, el equilibrio emocional y en los estados corporales como respuesta al estrés y la función inmunitaria.

Ahora podemos elegir aplicar los conocimientos de la ciencia para mejorar nuestra eficacia como profesionales y cultivar la salud y el bienestar de los consultantes, disminuyendo las situaciones de estrés resultantes de las emociones negativas.

La práctica de Mindfulness dentro del campo de la salud, es una herramienta aplicable en pacientes y terapeutas.

De esa forma podemos aprender y enseñar a vincularnos con nosotros mismos y los demás desde una perspectiva más equilibrada y saludable.  El cerebro se sigue desarrollando durante toda la vida y si enfocamos la mente de una manera adecuada podemos cambiarlo de una forma positiva.

Como nos dicen en los vuelos, debemos ponernos la máscara de oxígeno antes de intentar ayudar a quienes están a nuestro lado.

 

Bibliografía utilizada

J.Kabat-Zinn “La práctica de la atención plena” Barcelona, Editorial Kairós S.A 2007

Daniel Goleman “Emociones destructivas, como comprenderlas y dominarlas” Buenos Aires Ediciones B Argentina 2003

Daniel J. Siegel “Mindfulness y Psicoterapia, Técnicas prácticas de atención plena para psicoterapeutas.”  Barcelona Ediciones Paidós 2012

Daniel J.Siegel “Cerebro y Mindfulness” Barcelona Ediciones Paidós 2010

Daniel J.Siegel “Mindsight” Madrid,  Paidós 2011

Daniel Goleman, “Focus. El motor oculto de la excelencia” Buenos Aires, Ediciones B, Argentina S. A 2013

Facundo Manes, “Usar el cerebro. Conocer nuestra mente para vivir mejor” Buenos Aires Grupo Editorial Planeta, 2014

José Luis Bonet, “PINE Psioneuroinmunoendocrinología, cuerpo, cerebro y emociones” Buenos Aires Ediciones B Argentina S.A, 2013

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